Lectura y meditación de los Evangelios

PREGUNTA: Como es lógico, su afán por conocer y seguir a Cristo, se nutría de la lectura y meditación de los Evangelios.

Leyó hasta el último día de su vida la Sagrada Escritura. Y nos aconsejaba: leed el Evangelio, vivid el Evangelio, amad el Evangelio, sacad puntos de meditación de la lectura del Evangelio y del Nuevo Testamento; y procurad verter la riqueza de esos libros en las vidas de las personas que se acerquen a vuestra dirección o a vuestro trato: que, por vuestro conocimiento de la vida de Dios, se pueda decir con realidad que tratáis a Jesucristo, que conocéis a Jesucristo, que amáis a Jesucristo, que imitáis a Jesucristo.

Usaba con frecuencia un libro preparado por el Cardenal Gomá en el que se recoge la vida del Señor, entremezclando las escenas de los cuatro Evangelios, en una relación cronológica. Lo tenía en la mesilla, lo leía muchas veces, cuando se despertaba por la noche, y lo llevaba consigo en los viajes.

Resume la importancia que daba a la meditación continua de la Palabra de Dios, este comentario: si de la lectura de la Sagrada Escritura o de los Evangelios no sacamos consecuencias prácticas para nuestra vida de cada día, es señal de que falta de nuestra parte la atención y el amor debidos, porque esos textos son enseñanzas llenas de vitalidad, de fuerza y de aplicación para todo cristiano que quiera ser coherente con su fe.

No pudo cumplir su ferviente deseo de acudir a venerar al Señor en Tierra Santa, en aquellos lugares que presenciaron el paso de Jesucristo Dios y Hombre. No le fue posible, porque seguía como norma no realizar más viajes que los exigidos por la labor apostólica. Pero revisaba con mucho interés publicaciones y fotografías de aquellas tierras, y renovaba a menudo el anhelo de ir allí algún día.

 
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