Aquella Nochebuena
Índice: José María Somoano. En los comienzos del Opus Dei
"Pocos meses después del fallecimiento de mi hermano —cuenta Cristina— nos volvimos a reunir todos, como de costumbre, con motivo de la Nochebuena. Estábamos muy tristes, recordando las últimas Navidades que José María había pasado con nosotros.
Estuvo muy pocas Navidades en casa, porque en aquel tiempo los seminaristas solían quedarse durante esas fechas en el Seminario. Yo pensaba en sus cinco años de sacerdocio: nada más ordenarse, todo un año en Africa, en aquel lugar duro y lejano; luego, los pueblos de la sierra de Madrid, donde sufrió tanto; más tarde, los trabajos con los chicos del Asilo, y cuando ya estaba por fin con sus enfermos, las amenazas, la expulsión, y luego...
Fueron sólo cinco años de sacerdocio, pero fueron cinco años intensos, en los que se abrazó con toda su alma a la Cruz.
Aquella Nochebuena mi padre no quiso interrumpir su tradición: y al acabar la cena, se levantó y nos leyó unos versos que había compuesto evocando a José María, con lágrimas en los ojos:
Es noche de alegría la Nochebuena
para quien tiene el alma libre de pena;
más no para la mía, que está de duelo
por aquel hijo amado que se fue al Cielo.
Aquel que era mi orgullo, que era mi encanto,
que fue de Jesucristo ministro santo.
Aquel todo nobleza, todo cariño,
de corazón valiente y alma de niño.
Aquel de cuya breve, gloriosa historia
grabé gratos recuerdos en mi memoria.
Aquel cuyas virtudes y ardiente celo
en pos de si dejaron paz y consuelo.
Y no veré ya más su faz amada
ni su dulce mirar, que acariciaba:
ni volverá a escuchar el alma mía
de su voz la gratísima armonía.
Mas llorándote siempre, hijo del alma,
vuelve a mi pecho la perdida calma,
pues, si al morir ganaste el Paraíso,
¡Bendito sea el Señor, que así lo quiso!
A partir de entonces, cuando terminábamos de rezar el Rosario en familia, solíamos recitar un padrenuestro, pidiendo a José María que intercediera por nosotros. Y siempre pareció que nos escuchaba.
Luego pasamos unos años muy duros marcados por las dificultades económicas, el ambiente hostil ante nuestras creencias religiosas, la guerra...