Estoy muy contenta

 

Índice: María Ignacia García Escobar

Llegó el verano. La agonía de María Ignacia se prolongaba día tras día. El Fundador seguía atendiéndola, pidiéndole que rezara  por sus intenciones. Una de ellas era comenzar lo antes posible la futura academia DYA, la primera labor del Opus Dei, que tantos obstáculos estaba encontrando para ponerse en marcha.

Cuenta Braulia que su hermana “estaba maravillosa¬mente atendida espiritualmente por el Padre”, que  le daba “muchos consejos, animándola en su labor de apostolado y llevando su alma al formarla según el espíritu de la Obra. La alegría de María Ignacia cuando había ido el Padre a verla era patente y me recibía con un ánimo especial:

—Ha estado aquí don Josemaría. Estoy muy conten¬ta” .

También a Benilde, cuando iba a visitar a María Ignacia desde Córdoba, le llamaba la atención “ la alegría y la serenidad de todas aquellas mujeres, madres de familia, pobres, separadas de sus hijos por el contagio de la enfermedad y que, apenas veían entrar a don Josemaría se llenaban de una felicidad profunda. Lo decían sencillamente así: Ya ha llegado don Josemaría. Quedaba dicho todo”  .

María Ignacia padeció durante este periodo tremenda, desgarradamente incluso. Su unión con Cristo confortaba su alma, pero no mitigaba sus dolores . Adelgazó hasta extremos increíbles. Se afilaron los rasgos de su rostro. Se encontraba  extenuada, sin fuerzas, totalmente consumida. Su cuerpo comenzó a cubrirse de llagas.

 

 
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