Simposio teológico sobre el Beato Josemaría

 

Indice: Fuentes para la historia del Opus Dei
Como culminación de los acontecimeintos vividos en torno a la Beatificación de Josemaría Escrivá, la actual Univerisad -entonces Ateneo Romano- de la Santa Cruz organizó en Roma, entre el 12 y el 14 de octubre de 1993, un Simposio teológico de estudio en torno a las enseñanzas del Beato Josemaría Escrivá. El Simposio puso de manifiesto el gran interés científico que presenta el estudio de su pensamiento. Juan Pablo II recibió en audiencia a los participantes en dicho simposio. Reproducimos parte de su alocución, así como algunos fragmentos de las reflexiones ofrecidas al simposio por el Cardenal Ratzinger, que enmarcan oportunamente los trabajos realizados esos días. Estas dos intervenciones y el resto de trabajos del simposio se pueden encontrar en el volumen “Santidad y mundo. Actas del Simposio teológico de estudio en torno a las enseñanzas del Beato Josemaría Escrivá”, Pamplona, 1994.

Alocución de Su Santidad Juan Pablo II a los participantes el Simposio teológico de estudio en torno a las enseñanzas del Beato Josemaría, 14 de octubre de 1993

(…) La historia de la Iglesia y del mundo se desarrolla bajo la acción del Espíritu Santo, que, con la colaboración libre de los hombres, dirige todos los acontecimientos hacia la realización del plan salvífico de Dios Padre. Manifestación evidente de esta Providencia divina es la presencia constante a lo largo de los siglos de hombres y mujeres, fieles a Cristo, que iluminan con su vida y su mensaje las diversas épocas de la historia. Entre estas figuras insignes ocupa un lugar destacado el beato Josemaría Escrivá, que, como subrayé el día solemne de su beatificación, recordó al mundo contemporáneo la llamada universal a la santidad y el valor cristiano que puede adquirir el trabajo profesional, en las circunstancias ordinarias de cada uno (…)

La profunda conciencia que la Iglesia actual tiene de estar al servicio de una redención que atañe a todas las dimensiones de la existencia humana, fue preparada, bajo la guía del Espíritu Santo, por un progreso intelectual y espiritual gradual. El mensaje del beato Josemaría, al que habéis dedicado las jornadas de vuestro congreso, constituye uno de los impulsos carismáticos más significativos en esa dirección, partiendo precisamente de una singular toma de conciencia de la fuerza universal de irradiación que posee la gracia del Redentor. En una de sus homilías, el Fundador del Opus Dei afirmaba: “No hay nada que pueda ser ajeno al afán de Cristo. Hablando con profundidad teológica (…) no se puede decir que haya realidades -buenas, nobles, y aun indiferentes- que sean exclusivamente profanas, una vez que el Verbo de Dios ha fijado su morada entre los hijos de los hombres, ha tenido hambre y sed, ha trabajado con sus manos, ha conocido la amistad y la obediencia, ha experimentado el dolor y la muerte” (Es Cristo que pasa, n. 112).

Sobre la base de esta honda convicción, el beato Josemaría invitó a los hombres y a las mujeres de las más diversas condiciones sociales a santificarse y a cooperar en la santificación de los demás, santificando la vida ordinaria. En su actividad sacerdotal percibía a fondo el valor de toda alma y el poder que tiene el Evangelio de iluminar las conciencias y suscitar un serio compromiso cristiano en la defensa de la persona y de su dignidad. En Camino, el beato escribía: “Estas crisis mundiales son crisis de santos. - Dios quiere un puñado de hombres "suyos" en cada actividad humana. - Después... "pax Christi in regno Christi" - la paz de Cristo en el reino de Cristo” (Camino, n. 301).

¡Cuánta fuerza tiene esta doctrina ante la labor ardua y, al mismo tiempo, atractiva de la nueva evangelización, a la que toda la Iglesia está llamada! En vuestro congreso habéis tenido la oportunidad de reflexionar en los diversos aspectos de esta enseñanza espiritual. Os invito a continuar en esta obra, porque Josemaría Escrivá de Balaguer, como otras grandes figuras de la historia contemporánea de la Iglesia, también puede ser fuente de inspiración para el pensamiento teológico. En efecto, la investigación teológica, que lleva a cabo una mediación imprescindible en las relaciones entre la fe y la cultura, progresa y se enriquece acudiendo a la fuente del Evangelio, bajo el impulso y la experiencia de los grandes testigos del cristianismo. Y el beato Josemaría es, sin duda, uno de éstos.

Por otra parte, no podemos olvidar que la importancia de la figura del beato Josemaría Escrivá no sólo deriva de su mensaje, sino también de la realidad apostólica que inició. En los sesenta y cinco años transcurridos desde su fundación, la Prelatura del Opus Dei, unidad indisoluble de sacerdotes y laicos, ha contribuido a hacer resonar en muchos ambientes el anuncia salvador de Cristo. Como Pastor de la Iglesia universal me llegan los ecos de ese apostolado, en le que animo a perseverar a todos los miembros de la Prelatura del Opus Dei, en fiel continuidad con el espíritu de servicio a la Iglesia que siempre inspiró la vida de su Fundador.

Con estos sentimientos, invoco sobre todos la abundancia de los dones celestiales, en prenda de los cuales os imparto de corazón mi bendición a vosotros y a cuantos se inspiran en las enseñanzas y los ejemplos del beato Josemaría Escrivá de Balaguer.

Mensaje inaugural a los participantes en el simposio del Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe

(…) Resulta oportuno, e incluso necesario, que en cuanto teólogos escuchemos la palabra de los santos para descubrir su mensaje: un mensaje multiforme, por cuanto los santos son muchos y cada uno ha recibido su carisma particular; y al mismo tiempo unitario, porque los santos remiten al único Cristo, al que se unen y cuya riqueza nos ayudan a penetrar. En esta sinfonía múltiple y unitaria, en la que, como diría Möhler, consiste la tradición cristiana, ¿qué acento lleva consigo el beato Josemaría Escrivá?, ¿qué impulso recibe a su luz la Teología? No me corresponde responder ahora a estas preguntas: los relatores del Congreso aportarán sus personales reflexiones, a las que se sumarán las de cuantos, participando del espíritu del beato Josemaría Escrivá y en conexión con su mensaje, se dediquen, con el pasar de los años, a la enseñanza y a la investigación teológica.

Con todo, existe una realidad que salta a la vista en cuanto uno se acerca a la vida de Mons. Escrivá de Balaguer o entra en contacto con sus escritos: un sentido muy vivo de la presencia de Cristo. “Enciende tu fe. - No es Cristo una figura que pasó. No es un recuerdo que se pierde en la historia. ¡Vive!: "Jesus Christus heri et hodie: ipse et in sæcula!" - dice San Pablo - ¡Jesucristo ayer y hoy y siempre!” (Camino, n. 584). Este Cristo vivo es además un Cristo cercano, un Cristo en el que el poder y la majestad de Dios se tornan presentes a través de las cosas humanas, simples, ordinarias.

Se puede, pues, hablar, en relación con el beato Josemaría Escrivá, de un cristocentrismo acentuado y singular, en el que la contemplación de la vida terrena de Jesús y la contemplación de su presencia viva en la Eucaristía conducen al descubrimiento de Dios y a la iluminación, a partir de Dios, de las circunstancias del vivir cotidiano (…)

Dos consecuencias se desprenden de esta consideración de la vida de Jesús, del misterio profundo de la realidad de un Dios que no sólo se ha hecho hombre, sino que ha asumido la condición humana, haciéndose en todo igual a nosotros, excepto en el pecado (cfr. Heb 4, 5). Ante todo la llamada universal a la santidad, a cuya proclamación el beato Josemaría contribuyó notablemente, como recordaba Juan Pablo II en su solemne homilía durante la Misa de beatificación. Pero también, para consistencia a esta llamada, el reconocimiento de que a la santidad se llega, bajo la acción del Espíritu Santo, a través de la vida cotidiana. La santidad consiste en esto: en vivir la vida cotidiana con la mirada fija en Dios; en plasmar nuestras acciones a la luz del Evangelio y del espíritu de la fe. Toda una comprensión teológica del mundo y de la historia deriva de este núcleo, como atestiguan, de modo preciso e incisivo, muchos textos del beato Escrivá (…)

 

 
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