15 de mayo de 1933

 

Índice: María Ignacia García Escobar

Ahora, tras esa entrevista con el Fundador, Braulia comprende mejor la alegría de su hermana. ¡Qué paradoja! Ella se encuentra  prácticamente curada y María Ignacia se prepara para la muerte sin una queja. Comprueba como el sufrimiento la ha ido modelando y conformando con Cristo. Ya había  escrito: “¡Qué dulce es el sufrimiento cuando se padece cerquita del Corazón de Jesús!”

Charlan con frecuencia del Opus Dei, y en ocasiones María Ignacia le comenta algunas enseñanzas que ha escuchado de labios del Fundador:

A veces puede parecernos que Dios nos trata duramente; no podemos entender las dificultades o las penas que nos envía; pero tampoco el niño pequeño entiende porque su madre no le deja que juegue con un cuchillo o que acaricie con sus deditos la llama de una vela; y menos entiende por qué, en determinadas circunstancias le da unos buenos azotes. Sin embargo, todo es para el bien del crío .

Pasan los días. Es una larga, interminable agonía, en la que con frecuencia los médicos temen por su vida. En una de esas ocasiones el Fundador le administra los últimos Sacramentos. Al día siguiente escribe en sus Apuntes:

“Día de San Isidro – 15-V-933: Ayer administré el Santísimo Viático a mi h. María García. Es vocación de expiación. Enferma de tuberculosis fue admitida en la O., con el beneplácito del Señor. Hermosa alma”.

Estuvo presente Juan Jiménez Vargas, que recordaría estos momentos durante toda su vida. Sigue escribiendo el Fundador:

Me acompañó al hospital nacional (del Rey) Juanito J. Vargas . Ama la Voluntad de Dios esa hermana nuestra: ve en la enfermedad, larga, penosa y múltiple (no tiene nada sano) la bendición y las predilecciones de Jesús y, aunque afirma en su humildad que merece castigo, el terrible dolor que en todo su organismo siente, sobre todo por las adherencias del vientre, no es un castigo, es una misericordia

Años atrás, pensando en la muerte, había escrito María Ignacia: “Dichosa mil veces el alma que se mantiene firme y serena en medio del dolor” . Ahora,  mientras avanza la primavera de 1933, se acerca hacia ese encuentro definitivo con Cristo con una profunda paz. “Sólo una cosa es necesaria para tener paz; amar sufriendo y sufrir amando” .

Desea vivir y morir al mismo tiempo. Irse y quedarse. Desea... lo que Dios quiera. Sabe que aquí hay mucho por hacer, porque el Opus Dei está en sus comienzos, pero desde el Cielo... ¡puede hacer tanto! A ella se refieren, con toda probabilidad, las palabras que el Fundador escribió en Forja:

¡Cómo amaba la Voluntad de Dios aquella enferma a la que atendí espiritualmente!: veía en la enfermedad, larga, penosa y múltiple (no tenía nada sano), la bendición y las predilecciones de Jesús: y, aunque afirmaba en su humildad que merecía castigo, el terrible dolor que en todo su organismo sentía no era un castigo, era una misericordia.

—Hablamos de la muerte. Y del Cielo. Y de lo que había de decir a Jesús y a Nuestra Señora... Y de cómo desde allí trabajaría más que aquí... Quería morir cuando Dios quisiera..., pero —exclamaba, llena de gozo— ¡ay, si fuera hoy mismo! Contemplaba la muerte con la alegría de quien sabe que, al morir, se va con su Padre

 

 
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