Tierra de nadie

Cuando llegué a Burgos, durante el mes de marzo, el Padre se encontraba muy enfermo. Me dijeron que llevaba así desde el mes de febrero. Como siempre, no quería dar importancia a su salud, pero apenas se le tocaba la mano se notaba que tenía fiebre; y por las tardes le subía mucho la temperatura. Tenía una tos seca y persistente y una fuerte afonía. Paco estaba muy alarmado: me dijo que había llegado a vomitar sangre.

Con el paso de los días, como aquello no cedía, el Padre, que nunca fue aprensivo, debió llegar a preocuparse también: eran los síntomas propios de una tuberculosis avanzada, enfermedad que entonces era incurable.

Además de incurable, era contagiosa; y el Padre se planteó -si realmente era tuberculosis- cómo podría convivir con nosotros y, en general, tratar apostólicamente a gente joven. Sin embargo, en medio de aquella incertidumbre, vivía con gran paz: se había puesto totalmente en manos de Dios, aceptando Su Voluntad.

Tardó en ir al médico a que le reconociera, porque no quería gastar en su salud un dinero del que no disponíamos. Pero, gracias a las indicaciones de Ricardo, que vino a verle, y a la insistencia de Paco, consintió en ir al médico, aunque con la condición de permanecer sólo durante el reconocimiento. Quiso que le acompañara José María Albareda. Tiempo después nos comentó con humor que, como José María era un sabio, era más fácil que estuviera en las nubes, y le resultaría más sencillo desprenderse de él y entrar solo al consultorio. Así ocurrió. Luego, durante la consulta, para lograr que el especialista le dijera con toda crudeza la verdad del diagnóstico, antes de ponerse ante la pantalla de rayos X, le dijo bromeando:

-Bueno, doctor, vengo a que me revise mis cavernas... ¿no sabe que soy 'cavernícola'?

El médico lo revisó a fondo; y, superado el desconcierto que las palabras del Padre le habían causado, le dijo: "Usted no tiene, ni ha tenido, lesión alguna en los pulmones". Tras nuevas consultas con un otorrinolaringólogo, los médicos no encontraron la causa del mal: concluyeron que aquella lesión "estaba en tierra de nadie".

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