Rezo del Oficio divino

PREGUNTA: En cierto modo, quedaría incompleta esta sumaria descripción de la piedad litúrgica de Mons. Escrivá de Balaguer, sin alguna referencia al rezo del Oficio divino.

Conservo un conmovedor recuerdo de cómo rezaba la Liturgia de las Horas. En primer lugar, para evitar retrasos, solía adelantarlo a la primera hora de la mañana. Siempre me impresionó la pausa con que recitaba las palabras del Aperi, Domine ["abre, Señor..."], y el énfasis con que pronunciaba la petición de rezar digne, attente ac devote ["digna, atenta y devotamente"].

Nos aconsejaba que, siempre que pudiéramos, leyésemos el Breviario ante el Sagrario: ante Jesús Sacramentado que tantas veces está abandonado, que tantas veces está solo, y espera la compañía de todos los hombres, especialmente de sus sacerdotes.

He tenido oportunidad de rezar la Liturgia de las Horas con el Fundador del Opus Dei y con Mons. Álvaro del Portillo durante largas temporadas. Algunos días, para alentarnos a un rezo más piadoso -pienso que lo haría especialmente por mí-, nos rogaba: vamos a rezar despacio, meditando y dándonos cuenta de lo que estamos diciendo, uniéndonos nuevamente a la oración de la Iglesia, y pidiendo para que en todo el mundo se rece el Breviario con intensa devoción.

Además, se repetía frecuentemente esta escena: al terminar, anotaba los versículos o textos que más le habían removido durante la lectura. Nos aconsejaba que procediésemos así, cuando alguna frase nos llamara la atención; que no nos dejásemos llevar por la comodidad o por una falsa interpretación del aprovechamiento del tiempo, retrasando tomar esas notas. Y puntualizaba que era mejor hacerlo inmediatamente, para conservar aquello que el Señor había puesto en nuestras almas: además de servir a la propia vida interior, podía ser una luz para la predicación o la actividad sacerdotal.

Me impresionó hondamente la necesidad que tenía del Oficio divino cuando -en los últimos meses de su vida- comenzaron a formarse cataratas en sus ojos. Nos rogó a Mons. Álvaro del Portillo y a mí que rezásemos la Liturgia de las Horas en su presencia, en voz alta, para unirse a nosotros.

He asistido a muchos de sus encuentros con sacerdotes en distintos países, y les solía comentar la bendita obligación de rezar el Oficio Divino, urgiéndoles a que fuesen muy piadosos: ¡no me dejéis el Breviario!; ¡rezad el Breviario con devoción!; rezad el Breviario a primera hora del día, después de que hayáis celebrado; o antes, si tenéis ocasión: no lo dejéis para última hora, ni para cuando estéis cansados.

 
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