La Academia DYA

 

Indice: Las buenas amistades

Estos dos hombres, don Josemaría y don Pedro -unidos entre sí por una gran amistad, que el tiempo no haría sino agrandar-, habían recibido carismas diversos, y abrían dentro de la Iglesia caminos de santidad con personalidad propia.

El camino que Dios quería que abriera don Josemaría Escrivá en medio del mundo se dirigía a hombres y mujeres, casados y solteros, que se santifican en su propio trabajo profesional. En aquel momento don Josemaría no contaba con recursos humanos, ni materiales, ni económicos. A pesar de todo, se lanzó a poner en marcha, en 1933, la primera labor apostólica del Opus Dei: la Academia DYA.

Fue, al principio, una pequeña academia con clases para estudiantes de Derecho y Arquitectura. Luego se amplió y se convirtió en Residencia. Con las iniciales de esas dos carreras -Derecho y Arquitectura- se formó el nombre; aunque DYA admitía también otra lectura, más sobrenatural: Dios y Audacia.

Realmente, audacia humana y confianza en Dios no le faltaban. Deudas, tampoco: cuando le llegaba el dinero para pagar la factura de la luz, no le alcanzaba para la del teléfono. Aquello era una aventura. Para algunos, un disparate.

Sin embargo no desfallecía en la fe. Por eso concluía la carta a aquel amigo sacerdote en la que le aconsejaba que se pusiera en contacto con el Padre Poveda, con un comentario lleno de fe y de confianza en Dios acerca del futuro de aquella Residencia que se convertiría en la primera labor corporativa del Opus Dei. "A fin de cuentas -concluía-, todo saldrá bien, porque no dejará de ayudarnos el Señor como siempre".

 

 
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