Catequesis en América (1974-75)

 

Indice: Fuentes para la historia del Opus Dei
En los años 1974 y 1975, el Fundador del Opus Dei realizó dos viajes de catequesis por América del Sur y Central, reuniéndose con distintos grupos de miembros del Opus Dei, cooperadores y amigos, y gentes de toda condición, deseosos de conocerle y oír sus enseñanzas; en ocasiones, las reuniones fueron de varios miles de personas. En el verano de 1974 estuvo, sucesivamente, en Brasil, Argentina, Chile, Perú, Ecuador  y Venezuela. En febrero de 1975 volvió a Venezuela y culminó su periplo americano en Guatemala. Para el trabajo apostólico del Opus Dei en todos esos países, la catequesis por América supuso un acontecimiento histórico y un nuevo impulso, que se tradujo pronto en numerosas decisiones de profundización en la vida cristiana e iniciativas de todo tipo. Los encuentros se convertían en un dialogo entre el Fundador y los asistentes.

En Sâo Paulo, Brasil

Esta mañana celebraba la Santa Misa, rodeado de un grupo grande de personas, en las que se veían caras de todos los continentes, y me emocioné. Les decía -porque es verdad- que muchos hijos míos de Japón, de China, de varios sitios de África -concretamente, más que en ningún otro, en Nigeria y en Kenya-, y de Filipinas, están rezando ahora mismo por la buena labor que hagamos aquí, en esta gran nación brasileña (…)

En Brasil hay mucho que hacer, porque hay gente necesitada de lo más elemental. No sólo de instrucción religiosa -hay tantos sin bautizar-, sino también de elementos de cultura corrientes. Los hemos de promover de tal manera que no haya nadie sin trabajo, que no haya un anciano que se preocupe porque está mal asistido, que no haya un enfermo que se encuentre abandonado, que no haya nadie con hambre y sed de justicia, y que no sepa el valor del sufrimiento (…)

Tenéis que correr por este gran continente (….), y quiero empujaros a que no dejéis ningún rincón de este país maravilloso sin el calor de un hogar nuestro. Para que desde aquí, después… ¡al mundo entero!

En Buenos Aires, Argentina

P. Cuando usted se vaya, Padre, ¿qué quiere dejarnos en el corazón a todos sus hijos sudamericanos?

R. - Que sembréis la paz y la alegría por todos lados; que no digáis ninguna palabra molesta para nadie; que sepáis ir del brazo de los que no piensan como vosotros. Que no os maltratéis jamás; que seáis hermanos de todas las criaturas, sembradores de paz y alegría, y que les deis esta inquietud de acción de gracias que tú me has dado con tus palabras.

“Monseñor Escrivá en Chile” Artículo de José Miguel Ibáñez Langlois

El Centro Universitario Alameda y el Colegio Tabancura se hacen estrechos para contener el gentío que, mañana y tarde, a lo largo de casi dos semanas, acude por millares para ver y oír al Fundador del Opus Dei (…) Parejas jóvenes y mucho, muchos estudiantes forman esta abigarrada multitud, que a pesar del número es familia (…)

Cuando ingresa al recinto Monseñor Escrivá de Balaguer, este clima íntimo se arremolina en oleadas de cariño alrededor de su persona: cuando comienza a hablar, parece que no hubiera más que él y un interlocutor único -que es uno, que somos todos fundidos en uno solo- frente al hombre de Dios. Un muchacho le acomoda el micrófono al pecho. “Mi cencerro”, bromea. “¿Veis cómo me llevan atado?” (…) Mientras pasea por el estrado con movimientos vivos y calmos a la vez, explica que no le importa hacer el juglar de Dios, si eso aprovecha a las almas (…)

Sus palabras sobre la Eucaristía y la Presencia Real de Cristo en el Sagrario desbordan los sentimientos más íntimos de su corazón sacerdotal. Describe las situaciones cotidianas del hogar y la familia con un realismo picaresco al que es imposible negar el asentimiento. A los esposos les pide que se quieran como novios hasta la ancianidad y la muerte. A los jóvenes les describe la opción entre bestialidad y pureza con acento rotundísimo. De la vocación divina habla con toda la fuerza de la experiencia personal (…)

Como Teresa de Ávila, posee el genio del idioma en forma inocente; es decir, el gran orador y el gran escritor que hay en él están disueltos en su misión pastoral (…)

El juglar de Dios ha hecho su trabajo, y el Espíritu Santo que lo lleva y lo trae por el mundo, ha hecho el suyo.

En Lima, Perú

Yo había soñado muchas veces, cuando era joven: ¿y cuando tenga sesenta años?, ¿y cuando tenga setenta años, setenta y dos años, me cabrán todos en el corazón? Pensaba en los miles de personas -no en tantos como luego han llegado, empujados por Dios- que habían de venir, y me preocupaba. ¡Claro que cabéis, y hay sitio para más!

En Caracas, Venezuela

Yo los pasearía un poco…, por esos barrios que hay alrededor de la gran ciudad de Caracas. Les pondría la mano delante de los ojos, y después la quitaría para que vieran las chabolas, unas encima de otras (…) Que sepan que el dinero lo tienen que aprovechar bien; que han de saberlo administrar, de modo que todos participen de alguna manera de los bienes de la tierra. Porque es muy fácil decir: yo soy muy bueno, si no se ha pasado ninguna necesidad.

Un amigo, hombre de mucho dinero, me decía una vez: yo no sé si soy bueno, porque nunca he tenido a mi mujer enferma, encontrándome sin trabajo y sin un céntimo; no he tenido a mis hijos debilitados por el hambre, estando sin trabajo y sin un céntimo; no me he encontrado en medio de la calle, tendido sin un cobijo… No sé si soy un hombre honrado: ¿qué habría hecho yo, si me hubiera sucedido todo eso?

 

 
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