Los comienzos. 27 de julio de 1992

 

Indice: Un mar sin orillas

El 27 de julio de 1992 por la mañana llegaron los primeros fieles del Opus Dei para establecerse definitivamente en Nicaragua. El país les agasajó con una fresca brisa de bienvenida, aunque pocas horas después el barómetro comenzó a escalar grados y grados como un volcanista ansioso de llegar cuanto antes a la cumbre...

Los primeros comprobaron, como en tantos otros países, que el Padre había llegado antes. Un sacerdote del Opus Dei, Alberto Vega, se encontró a la salida de una iglesia de Managua con unas treinta personas. Hablaron del Opus Dei y del Padre. '¿Monseñor Escrivá? -le dijeron- ¡Ya lo conocemos!' Uno le contó que un amigo salvadoreño le había hablado del Opus Dei, y otro le dijo que un pariente les había enviado una estampa para la devoción privada del Padre... Fueron encontrando la estampa, con el rostro sonriente de nuestro Fundador, en los lugares más insospechados: en las casas, junto a las temblorosas -y comodísimas- hamacas, en las camionetas, en los mercados, en las tiendas de abarrotes, entre las yucas, los jocotes, los bananos y las pitahayas...

Volvimos varias veces más a Managua y tuvimos algunas tertulias en casa de Mauricio con varios amigos suyos, que estaban deseosos de colaborar apostólicamente: José, Tito, Jenaro, Luis Armando... Fueron encuentros genuinamente nicaragüenses: horas y horas hablando en el jardín, a la luz de la luna de agosto, soñando en voz alta con la futura labor del Opus Dei en Nicaragua, mientras las palmeras se mecían levemente al compás del viento nocturno...

 

 
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