Ángel Galíndez
Ingeniero Agrónomo. Presidente del Consejo de Administración del Banco de Vizcaya
Conocí a Monseñor Escrivá –al padre, como cariñosamente le llamábamos– en una residencia de la calle Ferraz, en Madrid, en 1935. Viví con él los años 1935 y 1936; también parte del año académico 1939–1940; a partir de esas fechas sólo le he visto ocasionalmente. Le he conocido –sin ser socio de la Obra fundada por él–, he vivido siete años en centros universitarios por él creados: me parecen razones más que suficientes, además del cariño que le profesaba y profeso, para estas líneas. Y, antes de proseguir, reconozco la imposibilidad de describir ni en estas líneas ni en otras muchas la hondura de su vida y de sus obras. Pero, convencido de su importancia en la historia, quiero –al igual que, recién conocida la noticia de su muerte, intenté hacer con mis hijos –transmitir algunos rasgos de su personalidad a todos.