El fantasma de la Obra

Rodolfo Brancol
Publicado en Aceprensa (2-10-2002)

Ante la canonización de Josemaría Escrivá el 6 de octubre, podría decirse que un “milagro” del santo ha sido la transformación de la imagen pública del Opus Dei, dentro y fuera de la Iglesia. Desde las polémicas que rodearon su beatificación en 1992 se ha pasado a una visión más serena e informada y, en muchos casos, de abierta simpatía. Este cambio del modo de percibir el Opus Dei se observa también en Italia, según el artículo del periodista Rodolfo Brancoli Il fantasma dell’Opera, publicado en la revista política Liberal (junio-julio 2002), de tendencia centro-izquierda, del que ofrecemos un resumen.

Como signos externos de este cambio Brancoli menciona una “amplia y respetuosa” entrevista con el prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría, publicada el pasado enero en La Repubblica, diario que forma parte de un grupo editorial que ha criticado al Opus Dei en otras ocasiones. “Es el signo más vistoso de un sustancial cambio en el modo de percibir el Opus Dei que se ha manifestado recientemente en el establishment político, cultural y financiero italiano, y que se refleja en los órganos de información directa o indirectamente influidos por ellos. La ocasión en que se ha materializado este cambio ha sido el congreso internacional celebrado en Roma al principio del año, en el centenario del nacimiento del fundador, que ha tenido una cobertura mediática sin precedentes, más allá del ámbito restringido de la prensa católica, y que ha contado con la presencia en la sesión inaugural de exponentes de primer plano del mundo político italiano de todos los sectores”.

Se ha pasado página

Brancoli detecta que “de improviso parece que es ‘in’ entre el político, el empresario, el editor –que hasta hace poco navegaban por otras riberas– aparecer asociados de algún modo públicamente al Opus Dei. En esto existe el riesgo evidente de una trivialización del mensaje de Escrivá, un riesgo del que los hombres y las mujeres de la Obra (cuatro mil en Italia) creo que son plenamente conscientes, más allá de la comprensible satisfacción que esto comporta para quien ha tenido que moverse durante decenios entre desconfianza, hostilidad, insinuaciones, campañas agresivas dirigidas a deslegitimar y en algún caso a criminalizar la Obra. Cómo hacer comprender el carácter revolucionario del mensaje de Escrivá, evitando que sea sofocado por aplausos corteses, es un problema de ellos”, afirma Brancoli.

Pero “hay que dejar constancia de que se ha pasado página, y que al cabo de medio siglo de presencia en Italia se ha recompuesto la imagen, la misma idea del Opus Dei. Hablo de recomposición porque durante algunos decenios parecía que existían dos Opus Dei: uno el de quien había tenido la ocasión de conocerlo personalmente entrando en contacto con sus miembros, y otro el de quien solo había oído hablar de él a través de los medios de comunicación, casi siempre en un contexto de demonización fabulesca (sociedad secreta, masonería católica, lobby político-financiero, grupo de poder...), dando lugar a habladurías que distaban años luz de la realidad conocida por experiencia directa”.

“Es un hecho que el Opus Dei, desde su fundación en España (y, por lo que toca a nosotros, desde su desembarco en Italia en 1946) hasta la beatificación de su fundador en 1992, ha sufrido constantemente ataques, ha sido objeto de tenaces aversiones, de sorda hostilidad, a veces de verdaderas campañas, e incluso, en Italia, objeto de una iniciativa parlamentaria a mitad de los años ochenta que pretendía ponerlo fuera de juego como a una especie de logia secreta”.

Motivos de las incomprensiones

Brancoli explica luego algunos motivos de estas incomprensiones. Uno de ellos es “la originalidad del Opus Dei, su carácter de novedad dentro de la Iglesia, con su propuesta de un ‘instrumento de santificación’ en la vida ordinaria, en el propio trabajo, en la vida matrimonial, si esta es la propia vocación”. Esta plena revalorización de los laicos fue una intuición anticipadora de la teología del laicado que es un elemento característico de la Iglesia postconciliar. “Tan anticipadora que provocó en algunos sectores de la Iglesia una incomprensión duradera, que desembocó en una actitud de declarada hostilidad (con algunos jesuitas en primera fila). Tan anticipadora que expuso a su fundador a la acusación de estar loco, e incluso de ser un hereje”. Sin olvidar tampoco, apunta Brancoli, las incomprensiones provocadas por los celos, la defensa de los exclusivismos, de los territorios protegidos desde hace tiempo.

Esta dificultad de comprender la originalidad del Opus Dei, añade Brancoli, “aumenta cuando a una experiencia que quiere ser exclusivamente religiosa se le aplican criterios de valoración que de religioso no tienen nada”. “Aquella incomprensión en el ámbito eclesial se transformó en otros ambientes en prejuicio y ostracismo, que se hicieron más virulentos por la sensación de vulnerabilidad del Opus Dei que la primera generaba. Así nació y se difundió la leyenda del grupo de poder oculto, en el cual la discreción sobre la pertenencia, la excelencia profesional de algunos miembros, las elecciones personales en el plano temporal de otros, se convirtieron en pruebas innegables de un propósito exclusivamente terreno, la creación de un grupo de poder oculto”.

A quién molesta

“La realidad es que el Opus Dei ha molestado mucho a algunos poderes consolidados. Porque un recién llegado a la sociedad civil, a la que se dirige con su capacidad de atraer talentos profesionales y de estar presente con su mensaje de excelencia en algunos nudos influyentes, molesta no poco a quien pretende controlarla, ya sean ambientes laicistas o clericales, que desde hace tiempo han encontrado sobre el terreno un modus vivendi con una sustancial división de esferas de influencia. Pocas veces se ha captado, por ejemplo, hasta qué punto el espíritu y el estilo del Opus Dei no tienen nada de clerical. Hay afirmaciones muy netas de Escrivá contra la misma idea de un partido único de los católicos, contra las ‘soluciones católicas’, contra la clericalización de los ámbitos de la sociedad civil, contra los triunfalismos, contra la intromisión de clérigos con la pretensión de ser guías en las esferas propias de los laicos creyentes y, por supuesto, contra la pretensión de orientar el voto”.

“Coherentemente, en toda la historia del Opus Dei jamás ha habido un pronunciamiento colectivo a favor o en contra de determinada política. Por la sencilla razón de que no tiene ninguna ni puede tenerla. Y, en el caso de Italia, es indiscutible que de todas las organizaciones católicas que aquí operan es seguramente la que más se ha mantenido alejada de la Democracia Cristiana”.

A los pobres y a los banqueros

Brancoli advierte aquí que el Opus Dei se ha sentido ajeno a algunos sectores del catolicismo italiano, “ya sea aquel todavía aficionado a las formas organizadas tradicionales y a la ocupación de espacios separados (los médicos católicos, los empresarios católicos...); ya sea aquel hiperpolitizado (en la esfera civil, pero también inclinado a una politización de la fe y a la visión de un papel politizado de la Iglesia) y con un ethos pauperista, asistencialista, clasista, tercermundista. Incapaz de comprender que el destinatario del mensaje de redención, y de santificación, es no solo el campesino de los Andes, sino también el banquero de Wall Street (‘de cien almas nos interesan cien’, decía Escrivá) y que una acción dirigida a la formación personal como la que caracteriza al Opus Dei no puede descuidar a ningún grupo y a la vez, para ser eficaz, debe dirigirse a grupos homogéneos en un estilo adecuado a su estado, sin demagogias ni igualitarismos”.

En este campo se ha dado una confluencia objetiva, en contra del Opus Dei, entre aquella parte del mundo católico que no le perdonaba que no privilegiara a los pobres en su apostolado y que se dirigiera en primera instancia a los ambientes profesionales, y aquella parte del mundo laico a la que le parece estupendo que la Iglesia se dedique a los pobres, y menos bien que se dedique también a los banqueros”.

Con el Concilio y con Juan Pablo II

En Italia, afirma Brancoli, el Opus Dei “ha sufrido una fuerte aversión de sectores del catolicismo militante respecto a una institución que, en la gran desbandada postconciliar, se ha mantenido firmemente fiel al magisterio pontificio. De ahí vino contra el Opus Dei la acusación de orientación anticonciliar, acusación que tiene un aspecto paradójico porque los textos conciliares son una formidable autenticación de la doctrina que Escrivá venía enseñando desde 1928. Y no solo eso, pues el Opus Dei encuentra allí finalmente la solución jurídica que le dará un sólido anclaje en la estructura jerárquica de la Iglesia a través de la fórmula de ‘prelatura personal’. Por lo tanto, la Obra debe mucho al Concilio y es bien consciente de ello”.

Al anclarse firmemente en el magisterio del Papa, la Obra se identificó con Juan Pablo II, con el que estableció una afinidad innegable. Así que no es extraño que quienes no sintonizan con este Papa, no sintonicen tampoco con la Obra (...) Los miembros del Opus Dei se convierten así en los ‘pretorianos del Papa’ para una publicística hostil hacia ambos”.

Por su fuerte identificación con Juan Pablo II, el Opus Dei se beneficia del reforzamiento de la talla y de la consideración de este Papa, también en los ambientes más distantes”.

Se beneficia también de un mayor conocimiento directo, ya que cada año decenas de miles de personas entran en contacto con los centros de la Obra en 23 ciudades italianas. El conocimiento directo permite también verificar que después de todo no es verdad que sea un centro de poder, que no practica una ocupación de espacios, que no hay ‘cordadas’ profesionales en concurrencia con otras de signo diverso. El poder, no solo el político, ha tomado nota de esto, y la información italiana –que durante muchos años ha preferido no entender, aferrándose por pereza o militancia a una imagen negativa cristalizada– ha seguido a su rueda. Hasta dar la impresión de que ahora el Opus Dei esté de moda”.

 

 
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