El primer curso de retiro
Durante todo aquel año Montse había seguido asistiendo a las charlas y las meditaciones de Llar. En el centro le alentaban a santificar el trabajo, a realizarlo cara a Dios: ya no se trataba sólo de superar las asignaturas en junio, sino de encontrar al Señor en las clases de l'Escola; de ofrecerle el trabajo bien hecho, esmerándose por hacerlo con la mayor perfección posible...
Iba con mucha frecuencia a Misa. Y los domingos por la mañana, después de Misa, siempre se la veía dispuesta para hacer deporte con su vieja raqueta. Desayunaba, quedaba con una amiga y ¡al Barcino! Después se volvían juntas a casa, comentando las incidencias:
-"Pues hoy has tenido suerte, porque otra vez no me ganas. Si no llega a ser por ese saque..."
-"Pero, ¿y la media volea que he hecho?, ¿qué me dices de eso?"
-"Que has tenido suerte: me has pillado desprevenida..."
Y en medio de esos comentarios solía hacer una invitación a su acompañante que la pillaba más desprevenida todavía:
-"Oye, ¿por qué no te vienes por Llar? ¿Sabes que tenemos una meditación los sábados?"
Es una regla que conoce todo buen jugador. Hay que estar preparado para que el "contrario" te ataque, en el momento más imprevisto, con tus mismas armas. Y ella que, solía invitar a sus amigas a venir por Llar, se encontró de repente con una invitación ante la que se defendió como pudo...
"Un día después de una clase de piano -recuerda Rosa-, la invité a unos ejercicios espirituales. Y me contestó:
-¡Ah! Yo iré a un Curso de retiro cuando quiera, no cuando tú me lo digas.
A mí, he de reconocerlo, aquella contestación me sorprendió un poco. La verdad, aquello no me gustó nada. Por dos motivos: primero porque yo tenía mucha ilusión en que fuera a aquel Curso de retiro; y segundo porque éramos muy amigas y aquélla era la primera cosa de ese tipo que le proponía. Y... ¡tampoco le estaba pidiendo una cosa tan grande!
Pero no fue. Fue más tarde, como me dijo, a los Ejercicios que ella quiso. Sin embargo, aunque no me gustó su respuesta, yo respeté su libertad, porque en el Opus Dei me habían enseñado a amar la libertad de los demás y a no avasallar a nadie, y mucho menos en temas de carácter espiritual.
Aunque de todos modos Montse no era, ni mucho menos, una persona que se hubiese dejado avasallar por nadie ni por un momento... Era una chica con ideas propias. Y eso, aunque no me hiciese caso, era lo que me gustaba más de ella: con sus quince años, tenía mucha personalidad. No era una persona débil, ni mucho menos: a las personalidades débiles las maneja cualquiera. No; Montse era... ¡inmanejable!
Fue a unos Ejercicios que hubo en noviembre, y que tuvieron lugar en Castelldaura, en Premià de D'Alt, a pocos kilómetros de Barcelona".
Castelldaura
Castelldaura era el nuevo Centro de Retiros y Convivencias del Opus Dei en Barcelona. Un relato de la época refleja la ilusión de las que fueron a visitarlo por primera vez. "El tren avanza a lo largo de la costa, como abriéndose paso entre el mar y la carretera; así nos llevará hasta Premià de Mar, un pequeño pueblo limpio y silencioso. A los tres cuartos de hora escasos llegamos (...). Vamos subiendo por la carretera de Premià de d'Alt, donde está situada la casa. Al fondo siempre divisamos el mar (...).
Por fin, distinguimos dos mastines de piedra que, sentados dócilmente sobre dos columnas, guardan la entrada de la finca. Nos acercamos con impaciencia. A través de la cancela, vemos una avenida muy amplia. A cada lado una fila de palmeras esbeltas y encaramadas en sus troncos plantas trepadoras blancas, amarillas y rojas.
Nos acercamos a la casa (...). Abrimos puertas y ventanas y, ante nuestros ojos asombrados, van desfilando el vestíbulo, un salón dorado, un salón verde... Entramos en el Oratorio. Es grande y sencillo. En el retablo hay una imagen de la Santísima Virgen (...). Con la imaginación vemos llena muy pronto toda esta casa (...).
Después, salimos a conocer el jardín. Pinos, abetos y musgo por cualquier rincón (...). Y siempre, desde cualquier sitio, la vista del mar..."
"Aquel fue el primer curso de retiro que organizamos en Castelldaura -recuerda Carmiña Cameselle, una mujer del Opus Dei que iba por Llar-. La casa estaba recién comprada y quedaban todavía muchas cosas por arreglar. Montse era muy apostólica y se llevó a dos amigas".
"En aquel Curso de Retiro -añade Pepa- se siguió el plan habitual: meditación por la mañana, predicada por el sacerdote, Santa Misa, visita al Santísimo al mediodía, rezo del Rosario, Viacrucis..."
Era un intenso plan espiritual que las asistentes sabían compaginar con los modos de ser propios de la edad. "Montse era muy traviesa -recuerda Carmiña- y la noche que llegaron armaron mucho jaleo y bajaron riéndose y formando un estruendo fenomenal por las escaleras. Y al llegar abajo se encontraron con la directora que les riñó. Y ella, como tenía mucho genio, se enfadó..."
Se le pasó pronto aquel enfado. Al día siguiente comenzó a profundizar, al hilo de las meditaciones, en su trato con el Señor. El sacerdote que predicaba aquel Curso de retiro "daba unas meditaciones -sigue contando Rosa- que movían muchísimo al amor a Dios. Después de alguna de esas pláticas venía y me decía en voz baja -eran unos ejercicios en silencio-:
-Rosa, hoy voy a tener tema para pensar..."
¿No te has planteado nunca?
"Aquel primer curso de retiro significó para ella un fuerte impulso espiritual -comenta Rosa-, aunque de todas formas ella ya tenía algunos hábitos de vida interior porque en su casa había un ambiente de profunda piedad, sin beaterías de ningún tipo: se rezaba, y se aprendía a querer a Dios como Padre y a la Virgen como Madre. Por ejemplo, todos los días cuando Montse llegaba a su casa lo primero que hacía era saludar a la imagen de la Virgen de Montserrat que tenían al fondo del pasillo. Así que muchas de las costumbres de vida cristiana que le enseñaron en el Opus Dei ya las vivía, porque se las habían enseñado en su propia casa".
"Un día me preguntó cómo había sido mi vocación al Opus Dei. Yo le dije que eso era una cosa muy personal. 'No, no: ¡me lo tienes que decir!', insistió. Se lo conté y empezamos a hablar de la vocación. '¡Qué feliz eres!', me dijo.
-Pues tú podrías ser igual de feliz si Dios te diera la vocación a la Obra.
-¿Y cómo sé yo si tengo vocación?
-La vocación se ve en la oración -le respondí- porque la vocación la da Dios. No la dan ni las personas ni las amigas. Eso lo tienes que ver tú...
Ella no sabía todavía que sus padres eran del Opus Dei, porque ellos no se lo habían dicho, para respetar su libertad, pero sí que sabía que asistían a los medios de formación del Opus Dei. Y entonces me lancé y se lo pregunté más en concreto:
-Montse, ¿no se te ha ocurrido nunca pensar que quizá Dios te podría llamar al Opus Dei? Piénsatelo..."
¿Por qué lo he de pensar?
Concluyó el Curso de retiro. "Un día la vi muy preocupada -recuerda su madre- y le pregunté qué le pasaba. Me lo contó todo, porque tenía conmigo una gran confianza.
-Mamá, me han dicho: 'Piensa, ¿no se te ha ocurrido...?'. Dime: ¿por qué lo he de pensar?
La vi como desconcertada y sorprendida. Le dije que se tranquilizara y que no se preocupara. Sin embargo, seguía inquieta. No lo veía: '¿Yo, del Opus Dei?', se preguntaba una y otra vez. Y decidió no ir más por Llar.
Al día siguiente fui a Llar y hablé con la Directora y convinimos que lo mejor era que no la llamara nadie. Si quería ir que fuese; pero si no, no había que insistirle.
Estuvo unos días sin aparecer por el Centro. Sin embargo, a los pocos días, sin que nadie le dijese nada, volvió a ir...
A mí, la verdad, me dio mucha alegría que volviera, porque tenía la ilusión de que Dios le concediera la vocación... Rezaba mucho por esa intención y puse todos los medios a mi alcance para ayudarla a ser generosa. Pero siempre la dejé en plena libertad, porque me habían enseñado en el Opus Dei que sin libertad no se puede amar a Dios..."
Esa libertad de la que gozaba Montse se manifiesta en numerosos detalles. Sus padres eran del Opus Dei, pero no la obligaron -siguiendo una viva recomendación del Fundador- a realizar ningún tipo de devoción, ni mucho menos a asistir a ningún Centro del Opus Dei: fue a Llar siempre porque ella quiso. Y por el hecho de ir por allí no perdió el contacto con sus amigas de las Damas Negras. Prueba de ello es que el día 7 de diciembre entró a formar parte de una Asociación mariana del Colegio que se llamaba las "Hijas de María". Y como era habitual en estos casos, con motivo de su ingreso en la Asociación se imprimió una estampa en la que puso, inspirándose en el punto 513 de "Camino":
"Antes sola no podía.
Ahora que he acudido a Ti,
¡Qué fácil es todo, Madre!"