Piedad en la liturgia
PREGUNTA: En fin, su alma eucarística reflejaba también la hondura de su piedad litúrgica.
Siempre me ha sorprendido, cuando le acompañaba a determinadas ceremonias en iglesias, la seguridad y el conocimiento con que participaba: no se equivocaba en los movimientos, seguía los distintos pasos con espontaneidad, como quien ha vivido esas ceremonias durante muchos años.
Quería que en las acciones litúrgicas se fomentase una piedad honda y doctrinal, consecuencia de la participación de los asistentes, lejos de todo anonimato. Amaba las rúbricas y meditaba su contenido para alimentar la fe, pues en cada gesto sabía distinguir un signo que ayuda a tratar al Señor con nuevo encendimiento. Estaba persuadido de que aumentaban la devoción de los que oficiaban y participaban; y deseaba que no hubiese ninguna improvisación, para evitar distracciones: ¡cómo acerca al Señor el rigor en la liturgia, cuando se hace con amor de Dios y con piedad!
Cuando aún era raro dialogar la Santa Misa, enseñó esa costumbre a las personas que tenía alrededor, especialmente a los miembros del Opus Dei: de manera que penetrasen a fondo en la renovación del Sacrificio del Calvario.
Cumplía fielmente las rúbricas, no por rigorismo, sino por valorar su contenido espiritual. Por ejemplo, se ocupó de enseñarnos a encender los candeleros de acuerdo con antiguas tradiciones: primero, lo que tiene más categoría, lo que está a la derecha del Señor; por lo tanto, la vela más cercana, junto al Sagrario; luego las otras de esa zona. Y añadía: pensad que estas normas litúrgicas obedecen a un sentido de piedad y guardan un simbolismo claro de reconocimiento de la Majestad Divina: no podemos descuidarlas, porque significaría no dar categoría al trato de respeto que debemos al Señor.