Ne timeas

 

PREGUNTA: Se entiende que Mons. Escrivá de Balaguer -siempre ha solido suceder así en la historia de la santidad- no desease cosas extraordinarias.

En una carta de 1963 recordaba su modo de actuar ante estas gracias especiales. Tras una primera reacción de sorpresa -por naturaleza ponía la proa a todo lo extraordinario-, abría el alma con su confesor: a él acudía yo, especialmente cuando el Señor o su Madre Santísima hacían con este pecador alguna de las suyas, y yo, después de asustarme, porque no quería aquello, sentía claro y fuerte y sin palabras, en el fondo del alma: "ne timeas!, que soy Yo".

PREGUNTA: Y se comprende también que hablase muy raramente de esos hechos.

Con la prudencia de quien busca la santidad en las circunstancias habituales de la vida, no negó que en la historia de la Obra había gracias divinas que se salían de lo común. Sin embargo, para que nadie se dejase arrastrar por la tendencia a apoyarse en estos argumentos, descuidando la fidelidad en el quehacer diario, prohibió que se hablara de esos temas: por prudencia sobrenatural, pongo un espolón de acero a todo lo que se presenta como manifestación que está fuera del orden ordinario de la Providencia del Señor. No es que me falte fe en estas realidades -que se renuevan en la vida de la Iglesia-, pero quiero no dejarme guiar por esta atracción hacia lo extraordinario, que para muchas almas, desgraciadamente, puede ser motivo de considerarse no obligadas a tantos deberes cotidianos, en los que el Señor espera una respuesta heroica y fiel.

Estando ya en Roma, recibió indicación expresa de la Santa Sede de abrir su alma, de cuando en cuando, a los miembros del Opus Dei, para relatarles ese tipo de sucesos que tan estrechamente unidos estaban a su vida y a la historia de la Obra. En las pocas veces en que nos confió algún acontecimiento de este estilo, su resistencia interior -consecuencia de un pudor natural y sobrenatural-, era tan evidente que alejaba todo riesgo de lucimiento personal: io non c'entro per niente ["en absoluto es mérito mío"]. En estas conversaciones se podía observar la humildad con que se expresaba y su gratitud inconmensurable a la Bondad de Dios, pues se imponía, con una sinceridad palpable, el convencimiento de que nunca había merecido ni siquiera la mirada del Señor. Así se nos quedó bien grabado que habíamos de estimar más la fidelidad heroica y continuada en el cumplimiento del deber de cada instante.

Recibió de Dios muchos dones, que le conducían al cumplimiento de la misión que le había confiado: fundar el Opus Dei, atraer a las almas a este camino de santificación en medio del mundo. El Señor le concedió, de un modo extraordinario, las luces que alumbraban y definían ese camino, los medios sobrenaturales necesarios para abrirlo, y el espíritu que había de animar a quienes lo recorrerían. Y le llenó de gracias especialísimas, a las que correspondió de modo eximio, para llevar a cabo esta tarea, venciendo innumerables obstáculos y dificultades.

En el centro de estos dones se encuentran las manifestaciones explícitas de la Voluntad de Dios: la definitiva, cuando el 2 de octubre de 1928 vio el Opus Dei, y luego, las posteriores iluminaciones sobre la incorporación de mujeres a la Obra y la solución para los sacerdotes, el 14 de febrero de 1930 y 1943, respectivamente. Solamente añadiría aquí el hondo agradecimiento que brotaba de su alma, al considerar las maravillas divinas de que había sido depositario.

 

 
gayrawclub